Apuntes del Alcázar de Sevilla. Nº 16, 2015 - page 222

220 Apuntes del Alcázar de Sevilla
ANÁLISIS
M
eticulosas intervencio-
nes arqueológicas, pre-
cisas mediciones de sus
elementos, metódicas
búsquedas documenta-
les, comparativos aná-
lisis tipológicos, deductivos razonamientos de
su lógica constructiva, eruditos estudios de sus
ornamentos o sofisticados análisis de sus ma-
teriales son estrategias especializadas que ni de
forma aislada ni combinadas entre sí han sido
capaces hasta ahora de desentrañar algunos de
los misterios de este monumento que se resiste
a ser comprendido desde una perspectiva racio-
nal. Ante tal impotencia, uno se siente a veces
tentado de dejarse cautivar con placidez por los
encantos más sensuales de sus espacios y sus
decoraciones, tal como hacían deshinibidamen-
te los —ahora incomprendidos— visitantes ro-
mánticos; sin hacerse preguntas que siembran
dudas y que quiebran el hechizo que este monu-
mento aún provoca en nuestra sensibilidad con-
temporánea tan culpabilizada por la fe —a veces
ciega— en la ciencia y en la técnica.
No obstante, conscientes de la responsabilidad
que nos compete como académicos, haremos
un nuevo intento de análisis, tan sólo basado en
la pura observación atenta de la obra y centrado
en esta ocasión en un solo aspecto de este ca-
leidoscópico conjunto: el de sus revestimientos
cerámicos y su posible evolución.
Para evitar nuevos equívocos, partamos, en
principio, de una obviedad: la fecha de unos re-
vestimientos no siempre coincide con la edad
de la arquitectura a la que se adhieren. Y con-
sideremos también el hecho de que son preci-
samente algunos de los muros de este palacio,
a pesar de interesantes hallazgos recientes, los
que reciben, dependiendo del estudioso con-
sultado, dataciones de lo más fluctuantes en el
tiempo. Por suerte, la precisión en la cronolo-
gía de sus techumbres y portajes de madera ha
experimentado mayores avances últimamente.
La de sus yeserías aún plantea lagunas de enor-
me calado y la de sus azulejos ni tan siquiera
había sido estudiada con cierto detalle hasta el
momento, razón por la cual lo haremos aquí
con la esperanza de no provocar nuevas zozo-
bras sino de avanzar modesta y cautelosamente
en el conocimiento de esta importante faceta
del palacio del rey don Pedro.
Muchas pregunta
s
se podrían formular sobre
estos revestimientos, entre otras, su deuda con
Granada, el nombre del autor o autores que los
fabricaron o los repararon, la génesis geométrica
de sus motivos, la simbología que pudieran es-
conder, las reproducciones gráficas, fotográficas
o cerámicas que de ellos se hubieran hecho en el
pasado, los conjuntos que en éste pudieran estar
inspirados o los comentarios que de ellos hayan
dejado escritos los visitantes del edificio. Otros
autores ya han dado algunas respuestas a estas
preguntas pero nosotros tan sólo nos propon-
dremos en esta ocasión ocuparnos de compro-
bar si la homogeneidad estética de este conjunto
de alicatados, el más notable después de la Al-
hambra de Granada, es real o tan sólo aparente.
Dicho con otras palabras: si todos estos zócalos
son los que el edificio tuvo en época del rey don
Pedro, como acostumbra a pensarse, o si, como
sospechamos, son el resultado de un largo pro-
ceso acumulativo.
Gestoso ya tuvo dudas
sobre si debía datarlos
globalmente en el siglo XIV o en el siglo XV
3
. Un
siglo después del erudito sevillano, debemos aña-
dir nuevas incertidumbres al vernos obligados a
identificar, además de aquellos alicatados medie-
vales que entonces le planteaban el dilema, los
que fueron repuestos a fines del siglo XIX e ini-
cios del XX con un criterio mimético basado en la
«unidad de estilo», favorecido por el propio Ges-
toso. En su colección particular —hoy algo más
pública por generosidad del propio arqueólogo y
coleccionista— parece que ingresaron un par de
«muestras» de los primitivos alicatados enton-
ces desmontados para su restauración
4
. Alguna
muestra más llegó también a manos de otro im-
portante coleccionista, amigo suyo
5
(Fig. 1).
El convencimiento de que este conjunto se for-
mó en varias etapas me conduce a plantearme
cuántas serían éstas y cómo podríamos distin-
guir unas de otras
6
. El asunto posee interés no
sólo por dar satisfacción a nuestra curiosidad en
este terreno, sino porque, a pesar de que el esta-
do de conservación actual es bastante aceptable,
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