María Dolores Robador
Doctor Arquitecto

Después de diversos estudios (1) y consideraciones, en el año 2000 se inicia el proyecto de Restauración de los Jardines y su entorno arquitectónico, empezando por el Patio y el Jardín del Príncipe, por ser el espacio que más lo necesitaba.

Se expone a continuación un breve resumen de los estudios previos realizados en los que se ha fundamentado este proyecto de restauración y su ejecución. Se ha tratado de ir armonizando, uniendo en el tiempo las distintas fachadas que configuran este espacio, con un gran respeto por lo que este edificio representa, lleno de historia, para finalmente poder restaurar el Jardín con toda su plenitud, de acuerdo a su esencia.



Plano 2:
Alzado de las fachadas de los palacios que limitan con los jardines hispano-musulmanes y manieristas. El Jardín era una estancia más de los palacios, ornamentada con sus plantas, flores, aromas, luz y sonido, y cuyo techo es el cielo.
Todos sabemos que la construcción nórdica gira alrededor de una fuente de calor, extremando la ornamentación del fuego, dando lugar a una gran variedad de chimeneas. En los climas templados y cálidos en donde se desarrolló la cultura mediterránea todo está centrado alrededor del agua, por necesidad. En este conjunto de edificios que constituyen el Real Alcázar sorprende la cantidad y variedad de fuentes diseminadas por sus jardines. El agua que alimentaba estas fuentes e irriga sus jardines lo aportaba hasta hace muy poco un antiguo acueducto romano, luego desaparecido y restaurado en época almohade. Además de esta traída de agua, hay un conjunto de pozos de los que se extraía el agua mediante el sistema de norias. Este agua era acumulado en grandes albercas sirviendo para el riego.


El Real Alcázar, este edificio, o mejor, conjunto de edificios es el resultado del devenir histórico con todas las vicisitudes políticas que han transcurrido en esta zona crucial del sur de España, por la que pasaron tantas culturas y pueblos. Muchas decisiones fundamentales en la historia de España se generaron en el Real Alcázar de Sevilla. Todo esto queda plasmado en la diversidad de construcciones promovidas por los singulares reyes que lo habitaron. Quedando marcado por el devenir arquitectónico de los tiempos. El resultado actual es el conjunto arquitectónico, joya y testigo de nuestra historia.

Siguiendo la tradición arquitectónica, clásica, del patio y del jardín de la cuenca mediterránea, tan condicionado por el clima, hay que tener en cuenta además, que los moradores de estos edificios de que se trata, por su actividad política, carecían de vida íntima y familiar. Por esto, estos espacios eran muy importantes y cuidados, según la intimista concepción de la arquitectura musulmana, herencia que no se ha perdido y que procuramos conservar. Además, hay que considerar, que por las condiciones climáticas excepcionales de su asentamiento permitían una variedad y exuberancia increíble de plantas ornamentales que embriagaban los sentidos. Era tal la delicia del clima, de la edificación y de sus jardines que todos los que por aquí pasaron y se asentaron dejaron su huella. El patio con su jardín era una estancia más de los palacios, ornamentada con sus plantas, flores, aromas, luz y sonido, y cuyo techo es el cielo.

Al principio estos jardines eran huertas musulmanas, en las que se producían plantas hortícolas para el mantenimiento de los que habitaban esta fortaleza. Con el devenir histórico, las huertas se transformaron en jardines. Esta transformación se produce al ritmo en que la fortaleza se va transformando en residencia palaciega, suponiendo ello una superior sensibilidad de sus moradores principales. En esta transformación, las albercas, que sólo se utilizaban para regar las huertas, se ennoblecen para ser utilizadas como lugar de refrigerio y deleite de sus principales moradores, transformándolas en estanques con todo lo que supone la aportación de elementos decorativos: fuentes, azulejería, balaustradas, pedestales y esculturas.


Plano 1
Situación del
Patio y Jardín del Príncipe
dentro del recinto del
Real Alcázar de Sevilla


Describir el proyecto de restauración del Patio y del Jardín del Príncipe, requiere hacer una referencia al deseo inicial de investigar "el alma del patio y del jardín". Ello supuso ahondar con el mayor rigor posible en la superposición de sucesivas intervenciones, indagando en los acontecimientos, que en este espacio se han vivido, cruce de culturas, de deseos y afectos, de sensibilidades y emociones, todo ello testimoniado en la construcción formal, en su lenguaje, en sus códigos compositivos, en su luz, su color, sus texturas y su vegetación, conectando con su más íntima esencia. Se trata de buscar la clave, las ideas de proyecto, que generen la intervención, que el propio patio y jardín reclaman, sin separar el patio del jardín.

En los estudios previos a la restauración del Patio y Jardín del Príncipe, se observa cómo todos los jardines del Alcázar forman un conjunto, todo uno, debido a que el origen de los mismos parte de la idea islámica enriquecida con las diversas aportaciones de la cultura cristiana y europea, que se va realizando en años sucesivos bajo distintos monarcas. Pero todos partiendo de la idea original en armonía con el edificio. Siendo así difícil de segregarlos y romper el conjunto, por cambiar el orden o criterios de su restauración.

RESEÑA ARQUEOLÓGICA E HISTÓRICA DE ESTE ESPACIO, ACTUAL PATIO DEL PRÍNCIPE

Los estratos históricos en Sevilla y más en el Real Alcázar están muy presentes, afloran continuamente y dan la pauta de las intervenciones a lo largo del tiempo. La situación del patio, limitando con el muro occidental del Palacio del Rey Don Pedro, el quiebro que se observa en la muralla islámica de tapial, que es la base del corredor meridional y las referencias históricas escritas referentes a este espacio, para su confirmación exigían una excavación arqueológica.

Ésta se realizó en el lado meridional del Patio del Príncipe y a la vista de lo hayado en las catas se confirmó la existencia de una superposición de edificios datados desde el siglo XI al XIV, entre los que destacaba un primer inmueble de cronología abbadí (siglo XI), destruido para situar la muralla islámica del tercer recinto del Alcázar, que se conserva bajo los palacios del Rey Don Pedro y los patios contiguos (plano 3).


Foto 2
La excavación ha permitido definir el proceso de construcción de la muralla islámica del tercer recinto del Alcázar, datándose en función de la cerámica de los rellenos de su zanja en las décadas centrales del siglo XII. La fábrica de la cerca es de cajones de tapial muy compactos, con una composición rica en cal, arcilla y zahorra. La unión de los módulos encofrados se realiza mediante capas finas de cal. La profundidad era de 0,90 m., definiéndose dos escarpas de 0,16 m. en los dos primeros. El espesor total del tapial es de 2,10 m. y las agujas de madera son de sección rectangular cada 75 cm. El lienzo estudiado quiebra suavemente al Suroeste, afectando por igual a todos los cajones.
La excavación arqueológica fue dirigida por el arqueólogo Miguel Ángel Tabales Rodríguez.
Foto 3
La imagen permite ver al fondo el muro oriental del Palacio Mudéjar, cuyo espesor es de 1,40 m. Bajo él se aprecia su cimentación, que apenas sobrepasa los 0,60 m. Está formada por una zapata de ladrillos que sobresale 0,20 m. de la pared a 0,20 m. de profundidad respecto al pavimento de la galería. Se asienta sobre un preparado de tierra mejorada con cal de consistencia media, que penetra bajo la superficie 0,40 m. En el primer plano se observa el potentísimo cimiento de la galería manierista, corrido de ladrillo, de 1 m. de espesor. La fundación latericia penetra 1,10 m. bajo el suelo de la galería, disponiendo debajo de una primera capa de argamasa de 0,50 m. La zanja de cimentación se abre 0.50 m. a cada lado del zuncho, rellenándose con cascotes y tongadas alternas de cal, todo compactado, como el hormigón romano.

Apoyado en dicha cerca, se dispuso un palacio del que pudo rescatarse parte de uno de los andenes deprimidos de lo que probablemente fuera patio de crucero en el siglo XII. Éste formaba parte del programa almohade de reorganización arquitectónica ejecutado tras la demolición del conjunto taifa. Esta construcción estuvo en uso apenas dos centurias, pues en 1355 fue demolido hasta casi a nivel de cimientos para la colocación de una gran losa de cimentación, sobre la que fue erigido el Palacio Mudéjar. Esta excavación, junto con las realizadas en el Patio de la Montería y en el Patio de Las Doncellas, confirman un origen ex nuovo del Palacio del Rey Don Pedro, sobre la eliminación de los edificios islámicos previos.

La Corte itinerante de Los Reyes Católicos entró en Sevilla presidida por Doña Isabel, el 24 de julio de 1477, siendo jubilosamente recibida por el pueblo, aposentándose naturalmente en el Alcázar, y días después acudió su esposo, Don Fernando. Dado el peculiar carácter de los sevillanos, fueron días de júbilo y de fiestas.

El dormitorio de la Reina era una estancia, que actualmente se conserva, y que se ve en la imagen que se acompaña (foto 4), cuya ventana se abre al espacio que ocupa el Patio y el Jardín del Príncipe. Se denomina así por el hecho histórico de haber nacido en este aposento la mañana del 30 de junio de 1478 su hijo el Príncipe Don Juan 2. Existe constancia de cómo contribuyeron los comerciantes sevillanos en el ornato del dormitorio de la Reina con terciopelos venecianos bordados en oro, lazos y finas telas orientales 3, de acuerdo con las costumbres de la época.

Históricamente se conocen detalles de este parto real, que según las normas castellanas de la realeza, tenía que ser, como así fue, en presencia de testigos, no debía haber la menor duda de que el hijo era de la Reina. El Rey designó a Garci Téllez, Alonso Melgarejo, Fernando de Abrejo y Juan de Pineda para presenciar el nacimiento del niño junto a la partera, una mujer sevillana conocida como "La Herradera". El pequeño Príncipe, nada más llegar al mundo fue confiado al cuidado de una aya de noble familia, Doña María de Guzmán 4.


Plano 3:
Restos Islámicos
pertenecientes a la
fase almohade
(SS. XII-XIII)


El príncipe feneció el 3 de octubre de 1497 en Salamanca, suponiendo esto un cambio brusco en la trayectoria de la historia de España, puesto que la Corona, por razones hereditarias, pasó a la Casa de Austria y las consecuencias históricas que ello supuso.

El hecho de haber escogido la Reina, como mujer, este lugar con vistas a este jardín del Alcázar, para el nacimiento de su hijo, hace suponer la mucha estima en que lo tenía.

El espacio comprendido entre el muro oriental del palacio, donde nació el Príncipe Don Juan, la muralla islámica y las demás edificaciones, que cerraban este lugar, constituían un jardín privado de la Reina, donde gozaría de la exuberante vegetación con sus aromas únicos de Sevilla, de lo que carecía en Castilla. Tras la muralla que limitaba el jardín, todo ese espacio hasta el Tagarete, afluente del Guadalquivir, seguían siendo huertas, que posteriormente se irían transformando en jardines.

A partir de este jardín y posteriores utilizaciones discontinuas del Alcázar por los sucesivos reyes, se iniciaron un conjunto de intervenciones sucesivas de acuerdo con los gustos reales de cada época.

Una de las primeras notables intervenciones después de la estancia de los Reyes Católicos se produjo en la época de su nieto el Emperador Carlos V. Tenemos noticias de la existencia de este nuevo jardín en 1539, siendo así denominado "Jardín Nuevo". Se formaron sus pretiles y se determinaron las paredes que lo limitaban, las cuales fueron revestidas con un enlucido que simulaba un despiece de cantería. En 1539 los jardineros Francisco Morilla y Bartolomé Sánchez realizan sus setos 5. En 1542 se acondicionan los muros revistiéndose sus paredes y dibujando los despeçados 6 . Las noticias indican que el espacio quedó ajardinado y que los rudos muros de tapial de este espacio fortificado, fueron decorados con trabajos artesanales, figurando un falso almohadillado. No hay noticias sobre su morfología, quizá quedó como una superficie ajardinada sin más. Persiste la idea de privacidad en la creación de este jardín, que no tuvo en ningún momento aspiraciones diferentes que la de ser un espacio íntimo.

Foto 4: Estancia de planta baja del Palacio Mudéjar, en la que Isabel la Católica dio a luz al Príncipe Don Juan, su malogrado heredero, y cuya ventana se abre al espacio que actualmente ocupa el Patio y el Jardín del Príncipe, hecho histórico por el que así se denomina.
Plano 4: Planta del Real Alcázar atribuida a Vermondo Resta, fechada en torno a 1608. Archivo General de Simancas. Este plano, incompleto, es la noticia gráfica más antigua que se conserva de esta zona. De Patio del Príncipe sólo aparece el muro norte, el inicio del corredor manierista y parte de la vegetación.

La modificación de este jardín, junto con la transformación de las huertas en jardines, siguiendo el gusto renacentista, recibirá el mayor impulso durante el reinado de Felipe II. En la zona del "Jardín Nuevo" o del Príncipe, se documentan dos fases de trabajo. La primera, entre 1560 y 1577, terminando las obras deseadas por el Emperador: se refuerzan los muros, se completa el abastecimiento de agua a las pilas 7, se construye un estanque y se coloca una galera de madera cubierta de arrayán, la primera del Alcázar, que sería el atractivo del jardín. La segunda fase se desarrolla desde 1589 hasta el fallecimiento del monarca en 1598. El Patio y Jardín del Príncipe tomará una morfología definitiva, principalmente con la creación de un nuevo corredor, un nuevo estanque, y la terminación de las obras anteriores 8.

El corredor fue obra de Lorenzo de Oviedo, Maestro Mayor de albañilería entre los años 1588 y 1603, introduciendo en el Alcázar el gusto manierista. Oviedo proyectó una fachada con dos corredores, bajo y alto, separados por la entreplanta. En la fachada dispuso una arquería de columnas sobre las que apoyan arcos de medio punto en el corredor bajo, y escarzanos en la superior, siendo éstas de menor tamaño. Ambas en la actualidad son dóricas 9, con bases áticas. La composición de fachada de la entreplanta es similar a la utilizada por Vasari en el Palacio de Los Uffici en Florencia, secuencia de ventanas compartimentadas por pilastras. La excavación arqueológica dejó constancia del cimiento de la galería manierista.

En ambas galerías sus techos están ornamentados con magníficos artesonados. Quedaron configurados como alfarjes de madera acasetonados, presentando diversas fantasías, que fueron tomadas íntegramente del libro Cuarto de Sebastiano Serlio. En la planta baja se disponen cuadrículas decoradas en su interior con tramas geométricas. En la alta los casetones son octogonales insertos en un cuadro, tallados en varios niveles de relieve, que describen todo el repertorio ornamental clásico (ovas, acantos, dameros...), quedando la composición rematada por un florón que cuelga del centro de cada unidad a modo de pinjante. Ambas cubiertas fueron fechadas por el maestro mayor de carpintería, la inferior en 1595 y la superior en 1594.

Plano 6
Fragmento del plano del Asistente Olavide, relativo a la zona del Patio y Jardín del Príncipe. 1771.
Foto 5
Fragmento del grabado de A. Guesdon donde se representa el corredor manierista y el Jardín del Príncipe. 1852-1865.
Foto 6
Foto aérea de fecha aproximada 1926-1930, de Sánchez de Pando, donde se observa en el Patio del Príncipe el estado de la fachada manierista, la muralla que cerraba el espacio limitando con el Jardín de las Flores y la baja altura de las edificaciones que cerraban el patio al Norte y al Oeste. Desde la época de esta foto hasta la actualidad, se ha construido en los años cincuenta en la fachada Oeste un edificio alto de viviendas económicas, cuyas ventanas inadecuadamente se abren al patio. En la fachada Norte se recreció un nuevo cuerpo para servicios auxiliares de palacio, como cocinas. La muralla que limita la fachada Sur fue modificada para sobre sus restos construir la actual galería monumental que limita con el Jardín de las Flores.


El conjunto final de la fachada presenta como único ornato la molduración de las roscas de sus arcos y el entablamento del piso inferior con decoración geométrica, alternando en su friso rectángulos y cuadrados. Las enjutas describen triángulos curvos centrados con tondos planos.

La galería baja proporcionaba ventilación y luz a las estancias. La galería alta enlazaba las estancias de dicha planta. Esta fachada monumental enmarcaba el patio ajardinado.

Las obras de Felipe III culminaron lo proyectado en el siglo XVI: solería, fuente y ornamentación. Comenzaron con la realización de la solería en el año de 1598, siendo su autor Ciscos Muñoz, que diseñó una trama de lazos y signos divididas en compartimentos, haciendo de este piso el más complicado de los que existían en el área de recreo. Las labores de la fuente terminaron en el año 1604. Se trazó una alberca y una zanja alrededor de ella, de media vara de profundidad (0,42m.), que realizó el mismo maestro Muñoz. También se ejecutaron bajo la maestría de Vermondo Resta las cocinas y oficinas en el espacio del corral de las Piedras.

En la época de los últimos Austrias, Felipe IV (1621-1665) y Carlos II (1665-1700), se realizan cambios significativos en la morfología del jardín. La fuente quedó pintada al fresco por Lucas de Esquivel 10, que también pintó las rejas de verde y dorado. El espacio volvió a ser planteado construyéndose en torno al estanque un laberinto, de andenes limitados por pretiles solados con alizares y surcados por piletas. En el centro del estanque se presentaba un monte o gruta. A medida que avanza la centuria las obras en el jardín se minimizan, determinándose en arreglos de infraestructura y estabilización. Nada queda en la actualidad de estas propuestas y el conocimiento del jardín en este periodo sólo se alcanza a través de la lectura de los documentos de archivo.

Las intervenciones posteriores de los siglos XVIII Y XIX son de menos trascendencia que las anteriores. Los planos de Van der Borcht, Olavide y el grabado de Guesdon manifiestan el estado del Patio y del Jardín del Príncipe en estos siglos.

La descripción hecha a partir de una fotografía realizada en torno a los años 1850-51 perteneciente al álbum del Vizconde Vigier presenta una disposición de crucero, formado por cuatro finos andenes que partían de una fuente central. Delimitaban cuatro parterres, en los que estaban plantados los bananos que daban nombre al jardín en aquellos momentos.

Foto 7:
Estado en que se encontraba el Patio del Príncipe. Enfoscado con morteros de cemento recubierto con pintura plástica, por lo que aparecen múltiples antiestéticos desconchones en los que se ve el enfoscado de mortero de cemento. Vulgares pinturas pláticas inapropiadas para la singularidad del edificio. Superposición de conducciones eléctricas a la vista, de todo tipo. El diseño de las ventanas no está en consonancia con la singularidad del patio histórico.


A principio del siglo XX, según la interesante foto aérea de Sánchez de Pando de los años 1926-1930, se sitúa claramente el estado del Patio y Jardín del Príncipe, donde se percibe el protagonismo de la fachada manierista, la presencia de la muralla y la baja altura de las edificaciones que cierran el patio al Norte y Oeste.

La configuración actual tiene que ver con la intervención realizada en la década de 1970 por Don Rafael Manzano. Entre sus obras destaca la galería de separación entre el Jardín del Príncipe y el Jardín de las Flores. Con respecto a las fachadas Norte y Oeste debió reparar el lamentable aspecto de ambas, al menos la de poniente que por causa del adosamiento de las casas particulares de los años cincuenta tenía que presentar un aspecto discordante. Con respecto a la fachada Norte, creó una trompa que unía este paramento con el antiguo cierre de las cocinas (1590), resultando un espacio corrido, creando en el centro del muro un acceso que vincula el jardín con el Patio del Asistente. Así mismo intervino en el corredor manierista. El jardín queda configurado como crucero, recorrido por cuatro andenes en los que se dispone una solería de ladrillo a la palma. Los parterres están rematados con alizares. En el centro se mantiene una fuente de taza circular decorada con azulejos y olambrillas vidriadas.

Mucho ha cambiado esta zona de palacio durante el paso de los siglos, ha sufrido obras constantes fruto de ambiciosos programas arquitectónicos, de reparaciones puntuales y restauraciones modernas.