Estas acertadas reflexiones son realizadas por Valentín Carderera, pintor de Cámara honorario, en un informe fechado en junio de 1848 y dirigido al “Arquitecto mayor de Palacio”. Reflexiones mucho menos viscerales que las críticas realizadas directamente a Don Joaquín Domínguez Bécquer y a Don Manuel Caballero, en otro anterior correspondiente al mes de abril por sus intervenciones. Si tenemos en cuenta el criterio realizado por Bécquer para la restauración de artesonados, (“En la restauración de artesonados se ha procurado esmeradamente volverlos a su estado primitivo”)2, nos daremos cuenta como son dos criterios completamente opuestos con lo que sin alejarse de la crítica Carderera intenta hacer comprender la validez de sus razonamientos de una manera más moderada.
Las armaduras del Palacio Alto son un claro ejemplo de este desacierto en la mayoría de las intervenciones no sólo del XIX, y el Antecomedor de Gala no iba a ser la excepción. En este artículo, que dividimos en dos partes, por un lado el análisis de la armadura y por otro su restauración, exponemos todas ellas tanto desde el punto de vista estructural como en lo correspondiente a sus decoraciones.
El Antecomedor de Gala es una estancia que pertenece junto a la Saleta de la Reina, Oratorio y Anteoratorio a las llamadas habitaciones de la reina, construidas por Isabel la Católica para su estancia en el Alcázar. No tenemos datos acerca del origen de la armadura, pero sí de que en esta época también se ejecutó la techumbre de la sala que está situada en la planta baja, en la estancia inmediatamente inferior, denominada Sala del Techo de los Reyes Católicos, que tuvo que sustituir su armadura de cubierta por un alfarje horizontal para poder construir las salas de la planta superior. Posiblemente la armadura se reubicó en la planta alta, de ahí algunas modificaciones en el trazado de algunos de sus elementos y la aparición de elementos nuevos como los cuadrales.
Según Ana Marín, la estancia se construyó con motivo del nacimiento del príncipe Don Juan4, que nació en el Alcázar en 1478.
En 1542 existen documentos que hablan de que se están desenvolviendo dos salas que están “junto al oratorio”5. En estas operaciones se dice que se está restaurando la armadura y no construyendo.
En 15616 se tienen noticias de la reparación de esta armadura, aunque se desconocen los datos concretos de sus daños y cuatro años más tarde continúan las obras en esta zona durante los meses de julio y agosto, en los que se “labra madera” para esta estancia y se teja definitivamente. Pensamos que estas últimas intervenciones afectan a las armaduras superiores y que de alguna manera, en 1565 se comenzó a configurar el camaranchón que actualmente cubre la Saleta, Anteoratorio y Antecomedor y que tantas modificaciones ha sufrido a lo largo del tiempo en sus muros. 7
En 1567 nuevamente tenemos noticias respecto a intervenciones en esta sala en las que aconsejan reparar “los enmaderados” 8
En 1805 a juzgar por un informe redactado por Don Valentín Carderera el 16 de abril de 1848, debieron de rascarse muchas de las antiguas decoraciones en frisos y arrocabes, y según los restos hallados esta pieza no debió de librarse de aquella brutal intervención. Este informe resulta muy interesante porque Carderera critica duramente todas las intervenciones realizadas entre 1805 y 1806, muy abundantes por otro lado, porque carecen en manera alguna de ningún proyecto previo y se realizan sobre la marcha con arreglo a los criterios decorativos de lo que él llama “el joben Bécquer, profesor de mérito por la pintura de género”, que no es otro que Don Joaquín Domínguez Bécquer “pintor honorario de la Real Cámara de Su Majestad, académico de la BBAA de pintura de primera clase de esta ciudad y de las de Bellas Letras de la misma”, según firma el mismo en sus informes. Igualmente critica la dirección de D. Manuel Caballero “Arquitecto que ha visto muy poco, como la mayor parte de nuestros Arquitectos, se limita aisladamente a la construcción” 9.
El 1 de septiembre de 1840, existe un presupuesto firmado por Melchor Cano donde se detallan algunas intervenciones que se deben realizar en el palacio, y cuya finalidad es “conservar la grandeza y mérito artístico del Palacio” no distinguimos el Antecomedor porque sólo hace referencia al número de sala, pero lo que sí es cierto que en casi todas ellas, se proponen las mismas tareas –como– repasar la solería, resanar techos, blanquear, etc.10
No encontramos datos acerca de esta sala ni de su armadura hasta 1842, en un informe que con fecha de 1857 redacta Don Joaquín Domínguez Bécquer en el que se detallan las obras efectuadas en el palacio durante esta época, indicando que se ha restaurado la estancia, afectando a la armadura únicamente lo que respecta a su dorado y pintura.11 También hace una justificación de los criterios utilizados para la restauración de las armaduras ”...se ha procurado esmeradamente volverlos a su estado primitivo, para lo cual se han seguido los vestigios que aún se conservan, aplicando los conocimientos adquiridos en las observaciones y estudios hechos en los edificios de este género que aún se conservan en España especialmente en Andalucía”, como vimos en las referencias que hace Carderera de él en 1848, estos criterios no son en absoluto compartidos. Por otro lado es interesante una breve introducción que realiza al referirse al Palacio Alto donde realiza una crítica a las reparaciones realizadas en el siglo XVIII que han robado a esta parte su antigua fisonomía. Intervenciones de las que carecíamos de datos, aunque habíamos constatado que se habían producido.12
En 1846 aparece una relación de obras que deben ejecutarse en el palacio, según Chávez, el presupuesto no llegó a aprobarse de forma definitiva, pero suministran importante información sobre el estado de conservación de muchas de las salas. En concreto en cuanto al Antecomedor, llamado en la época Sala Alta de los Guardias refiere “Hay que hacer 20 varas de dibujos árabes y componer el artesonado, cuyo reparo se ha graduado en 6.000”13
El 5 de junio de 1848 aparece un nuevo informe redactado por D. Valentín Carderera en el que hace una prolija descripción de muchas de las estancias en cuanto a su nivel de conservación y aconseja la intervención en cada una de ellas. En éste no deja pasar la ocasión tampoco para hacer interesantes alusiones sobre distintos conceptos de conservación y restauración. El Antecomedor de Gala se numera como la sala nº7, y respecto a ella añade que el techo aunque restaurado de carpintería debería pintarse y adornarse de nuevo, pero que debido al coste aconseja pintar los remiendos con una tinta para igualar. 14
Es ya, entre 1854 y 1857 cuando hallamos datos concretos acerca de la recuperación estructural de esta armadura que localizan ahora en la llamada sala nº6 y que necesita volver a ser consolidada. Se clava de nuevo la tablazón reconstruyendo el artesonado, muy probablemente por las múltiples filtraciones de agua, y necesitando gatos que no hemos podido localizar. En cuando a la pintura y dorados se hace referencia a la necesidad de dorar el filo de la lacería y sesenta sinos y cubo de mocárabes. Un dato interesante es la referencia que hace al hecho de que en el alicer del arrocabe se hallan los escudos de los 11 reyes católicos, escudos que no hemos localizado en ninguna de las catas15.
De las operaciones realizadas a partir de estos años, únicamente destacar que, en la última mitad del siglo la limpieza de los tejados fue una partida importante en la conservación del palacio, labores que hasta el momento no habían sido tan continuadas. Prácticamente todos los años encontramos alguna referencia de este tipo.
Esta armadura se asienta directamente sobre los muros de la estancia, por lo tanto carece tanto de solera como de nudillos.
Los cuadrales aparecen en esta armadura cuadrada para fortalecer el plano de asiento. Hemos visto cómo para López de Arenas y Fray Andrés de San Miguel, la presencia de este elemento, no se discute, incluyéndolo en todas sus armaduras y analizando únicamente el caso de las armaduras ochavadas, en las que la disposición de este elemento varía. Únicamente Rodrigo Álvarez dedica un apartado a este elemento concreto, que en este caso no precisa estar situado en el mismo plano de los estribos. Su construcción se ajusta prácticamente según sus dimensiones a lo indicado por este último, mediante la construcción de un segundo cuadrado girándolo 45 grados respecto al primero.
Las medidas generales son 18 x 12.5 x 235 cm., con una molduración decorativa en la tabla inferior.
Con respecto al resto de la estructura nos surge la duda acerca de la razón de la utilización en sí misma de estos elementos debido a las dimensiones generales de la armadura, sin embargo, si nos atenemos a lo indicado por los maestros, es signo de fortaleza, por lo que el pensamiento generalizado es de que deberían estar presentes en cualquier caso disminuyendo así las tensiones en los estribos.
Se encuentran empotrados en los muros de carga de la estancia y unidos a los estribos mediante un enlace difícil de catalogar. Candelas afirma en su tesis doctoral que este tipo de uniones son, junto con las de los tirantes a los estribos, posiblemente las que mayor responsabilidad conllevan de todas las que configuran el asiento de la armadura, y de las más importantes en todo el conjunto de la estructura. La solución correcta sería el enlace a media madera entre estribo y cuadral reduciendo la sección del estribo para que ambos encajen perfectamente.
Sin embargo, en este caso y aunque a simple vista pueda parecer que estamos dentro de la solución genérica, nos encontramos con que el rebaje realizado en el estribo no se realiza en toda su sección permitiendo al cuadral abrazarlo correctamente, sino que queda tal y como indica la figura 5 y se deduce de su alzado.
Por lo tanto, estamos ante unos elementos meramente decorativos, que no cumplen la función estructural asignada16. Hemos visto que debido a las dimensiones de la estancia esto no plantea mayor problema para la estabilidad estructural general, sin embargo, de haber sido correctamente ejecutados no se hubieran producido las deformaciones que se aprecian en la totalidad de las uniones, con cuadrales, todos ellos fuera de sus ensambles y estribos que se desplazan sobre ellos sin dificultad.
En general el estado de conservación de estos elementos es aceptable no presentando pérdidas de resistencia o de sección significativas.
Las zonas más deterioradas coinciden con los empotramientos en los muros de carga, acentuándose las lesiones en aquellos puntos en los que el deterioro del elemento portante es más importante. De esta, manera destacamos dos puntos en los que la falta de asiento unida a las condiciones de pudrición y ataque de termes han deteriorado de forma importante el apoyo.
La unión E1-C1 es la que se encuentra en peor estado, de manera que ha perdido el apoyo en su totalidad. (foto 1 y 2) El muro de carga ha sufrido la pérdida de los elementos necesarios para que se produzca el apoyo y el cuadral sufre una deformación vertical concentrando todo el peso en el extremo del enlace. Otro factor de deterioro tiene que ver con el estado de pudrición en el que se encuentra la armadura en este punto en el que se ha producido un ataque de termes junto con pudrición parda que han reducido al límite la capacidad resistente de estos elementos.
Debemos destacar también, que muchas de las actuaciones puntuales vienen a empeorar aún más el estado de estas armaduras, actuaciones realizadas sobre la base de una total falta de criterio y estudio de los problemas reales a los que se enfrentan. En concreto, las cuñas de madera encontradas bajo el apoyo, lejos de recuperar el apoyo perdido por la falta de material, han contribuido en el deterioro, en concreto a la rotura del elemento al producir una importante concentración de esfuerzos en una zona reducida del cuadral.
Antes de proceder al análisis de los estribos de la armadura es necesario realizar una serie de anotaciones acerca del espacio contenedor de esta armadura, que como ya se ha apuntado en alguna ocasión, ha sufrido importantes modificaciones que han condicionado en gran manera nuestras armaduras. Éstas, como veremos, han sufrido mutilaciones en alguno de su elementos para adaptarlas a las nuevas condiciones de las cubiertas del edificio.
En una primera inspección de la armadura detectamos un problema importante a la hora de proceder a una posible restauración, y era la imposibilidad de acceder a uno de sus faldones, que se encontraba completamente pegado a las vigas de la cubierta del camaranchón, pero cuál no fue nuestra sorpresa cuando descubrimos que no sólo están a escasos centímetros de distancia, sino que además los pares de esta última han tenido que recortarse para no incidir sobre la armadura (foto 3)
Si además nos fijamos en la parte superior de los pares (foto 4), estos han sido mutilados para adaptarlos a una configuración de cubierta que debió de tener la inclinación marcada en la figura. Posiblemente, en las múltiples transformaciones que sufrió el palacio durante el siglo XIX se sustituyó esta cubierta, o tal vez coincidiera con necesidades surgidas en la erección de la montea de cristal del Patio de las Muñecas contiguo, de finales de ese mismo siglo. En cualquier caso quedan patentes en la imagen (foto 5) las huellas de una armadura inclinada que descansaba sobre ese paramento a distinta cota de la actual.
Es muy posible también que los continuos problemas de filtraciones que se han detectado y que están presentes en las labores de conservación documentadas hiciera que decidieran modificar la pendiente condicionada esta por los problemas de espacio.
La última operación de consideración detectada en esta zona es la realizada por Rafael Manzano durante las labores de restauración del pasado siglo en las que modificó nuevamente las cubiertas del camaranchón, en este caso se pasó de una cubierta inclinada a dos aguas a eliminar uno de los faldones mediante la prolongación de los pares anteriores sobre una gran viga metálica que atraviesa el espacio en su totalidad. Para modificar la cubierta fue necesario de nuevo realizar un último recrecido del muro de carga en el que descansaran las nuevas vigas.
Los estribos tienen unas dimensiones que no son uniformes para todos ellos. El estribo E3 no es accesible ya que la cubierta final del camaranchón descansa prácticamente sobre la armadura impidiendo el acceso a la parte oculta de la misma.
Todas las uniones de los estribos entre sí se realizan a media madera conforme a lo dispuesto en los tratados, aunque no se aprecian refuerzos mediante elementos metálicos. Curiosamente, no se producen desplazamientos importantes entre ellos, tal y como podría deducirse de las deformaciones detectadas en los cuadrales.
Podemos considerar dos grupos de lesiones que afectan a estos elementos estructurales, por un lado el ataque en zonas puntuales de xilófagos y hongos de pudrición y por otro las deformaciones diversas producidas por el importante deterioro del plano de asiento en algunos puntos. Este deterioro es sin duda consecuencia del recrecido realizado al muro, con toda seguridad, posterior, al menos en algunos puntos significativos, a la implantación de la cubierta en la estancia.
E1: (foto 6) Tal y como se dedujo en el estudio de los cuadrales se detecta una deformación sobre el muro de carga fruto del desplazamiento relativo de la zona próxima al E4. Esta deformación obedece a simples ajustes o desajustes de la armadura sobre un plano de asiento poco homogéneo. Por otro lado, en la zona de unión con C1 ha sufrido un importante ataque de xilófagos que ha mermado considerablemente su capacidad resistente en este punto. Este ataque se ha producido justo en la zona en la que el deterioro del muro es más importante, con grandes pérdidas y añadidos de material que se coloca calzando de alguna manera o intentando paliar la falta de asiento. Este problema es más acusado en las esquinas, y sin embargo en el tramo central las actuaciones de consolidación del muro han sufrido menos alteraciones. E2: No encontramos lesiones de consideración. E3: Además del estado del muro de carga, cuyo análisis coincide con el primero, en la zona próxima a E2 ha sufrido un ataque importante de hongos que han llegado a destruir gran parte de su sección resistente. La unión entre los estribos no se ha visto afectada. E4: Finalmente analizamos el último de los estribos, elemento en el que se producen las más importantes deformaciones fruto del deterioro y configuración singular del plano de asiento. La deformación se está produciendo entre el estribo y el muro, fruto de un movimiento de torsión en el extremo. También es destacable la singularidad del muro o “muros” sobre los que descansa, ya que en esta zona se produce una separación vertical del muro, dividido en dos elementos independientes cuyo origen desconocemos y sería fruto de una interesante investigación para averiguar la configuración original de estas salas. Justo en esta zona la coronación del muro ha sufrido un importante desgaste que deja sin apoyo al estribo. Nuevamente para paliar este problema se rellenan los espacios con piedras de distinto tamaño, que sin orden ni lógica alguna se interponen entre ambas superficies, pudiendo incluso ser los culpables de la torsión que se aprecia en esta zona del estribo (foto 7)
El análisis del arrocabe es similar al de la mayoría de las armaduras, con una cornisa y alicer clavados sobre sendas tocaduras de la siguiente manera: la primera tabla está clavada sobre una tocadura, que se empotra en el muro de carga. Ambos tablones van fijados al muro a través los maderos verticales que recorren perimetralmente toda la estancia y que se empotran en el muro. Sobre la tocadura se apoya el alicer y sobre esta pieza, y sirviendo de elemento de transición y apoyo a cada uno de los cuadrales de la armadura está la segunda tocadura sobre la que se coloca la cornisa.
Igual que en el Vestíbulo no se han podido obtener medidas exactas de los componentes del arrocabe, pero de la misma manera sabemos que desde la cinta del almarbate hasta el estribo se cumple la proporción que establece Fray Andrés de San Miguel.
Tampoco aparece acuesto alguno en estos elementos quedando estas completamente verticales y únicamente destinadas a ocultar uniones entre estribos y pares (alicer superior) y muro de carga (alicer inferior)
Todas las uniones se realizan mediante clavos. En las esquinas los enlaces se suceden mediante alternancia en las prioridades de los encuentros, no se detecta la unión con clavos en esquina.
El arrocabe del Antecomedor no presenta lesiones ni procesos patológicos de importancia exceptuando la tocadura superior del lado sur, que se encuentra hueca por las termitas. También encontramos el ligero deterioro de sus uniones y las pérdidas de sección material.
Todos los pares de la armadura miden alrededor de 10 cm de alto por 7.5 de grueso, habiendo medido un ancho de calle de entre 17 a 17.5 cm. Para que se cumpla la ley de a calle y a cuerda el ancho exacto de la calle debería haber sido de 15 cm. Nos enfrentamos por lo tanto con 2 cm de error en la medidas reales. Este hecho indujo a pensar que en este caso tal ley no había sido seguida durante el proceso de ejecución, y procedimos a realizar un levantamiento de la armadura sin recurrir a ninguna modulación establecida, tan sólo las medidas tomadas sobre los elementos estructurales. Los resultados obtenidos desde el principio dejaban tal posibilidad fuera de consideración, ya que el trazado obtenido no se correspondía con las proporciones reales de los elementos.
La unión del par al estribo se formaliza a patilla y barbilla, realizando el corte perpendicular al plano horizontal. Se han detectado clavos reforzando el enlace.
La unión superior se realiza sin hilera. Abundar en el hecho de que la parte superior de estos elementos ha sido cortada para adaptar la armadura a unos elementos de cubrición preestablecidos que no coinciden con los actuales. Aunque la armadura es cuadrada, el análisis que vamos a desarrollar nos mostrará que en origen se trató de un elemento rectangular que fue limitado para poder adaptarse a una nueva situación. En este caso, los pares testeros serían los que actualmente se encuentran cortados tal y como indica (foto 8), mientras que los perpendiculares, fueron cortados más abajo debido a la configuración de las aguas de la cubierta del camaranchón que impedía la prolongación de estos más arriba del plano de los nudillos
Los problemas estructurales más importantes que se han encontrado en la armadura han sido motivados por el deterioro de las alfardas de la armadura. Este deterioro está localizado sobre todo en uno de los faldones en el que se ha detectado un ataque puntual de pudrición parda debido a las filtraciones continuas que ha eliminado por completo la capacidad resistente de estos elementos en la mitad superior del faldón, encontrándose en el momento de la actuación una de las alfardas unida en su tercio superior simplemente por la atadura de un alambre a un refuerzo de madera colocado en la zona posterior. La pérdida de sección en las otras cuatro alfardas era considerable (fotos 9 y 10)
La otra zona marcada en la que ha sido necesario sustituir parte de la alfarda en esta ocasión por ataque de xilófagos ( un antiguo ataque de termitas), está situada en el faldón sur. En este caso, la parte dañada ha sido la mitad inferior. (foto 11)
El análisis constructivo de estos elementos es el mismo que el efectuado para los pares en cuanto a la geometría de los elementos. Respecto a las uniones hay que añadir que las péndolas se unen a las limas mediante clavazón.
Un dato a analizar, y que posteriormente desarrollaremos al tratar sobre la configuración del trazado de las limas, es el del trazado de los elementos extremos del cuarto de limas. La péndola extrema se encuentra oculta y no forma parte del trazado decorativo, sin embargo, junto a ella se simula una doble mangueta mediante la clavazón de taujeles en tablas insertas entre los elementos estructurales. Curiosamente las dos péndolas extremas no forman parte del trazado, y la que en principio debiera ser estructural siguiendo las pautas generales resulta ser una simulación. Además, podemos advertir que en un principio parte de la péndola se manifestaba al exterior, habiendo sido modificado el trazado con posterioridad. (foto 12)
Por lo general las péndolas sufren en todo momento las mismas lesiones y procesos patológicos que los pares próximos. En el caso de la armadura del Antecomedor, se han detectado varias péndolas con ataque de termes localizadas sobre todo en el faldón sur.
Al tratarse de una armadura de lima mohamar, cada uno de los faldones posee dos limas como límites laterales del mismo, confluyendo en cada esquina dos pertenecientes a cada faldón contiguo.
En la figura 6 mostramos las limas y los cortes teóricos realizados en la tabla para realizar el trazado decorativo actual. Sin embargo si nos acercamos lo suficiente vemos claramente como el trazado y cortes originales realizados no se corresponden con las líneas generales que se muestran. Como norma general, todas las intersecciones entre lima y manguetas están modificadas. Tal y como se aprecia en las figura 7 y (foto 13), para determinar la definitiva configuración de lazo en todas estas uniones se han insertado pequeños taujeles o piezas de madera simulando una continuidad en principio inexistente.
La unión de la lima con el estribo se realiza en patilla y barbilla. La lima se une al par mediante clavazón conforme a lo establecido en los tratados.
Las limas son elementos de la estructura que permanecen en un aceptable estado de conservación. Únicamente se aprecia un ligero deterioro en las uniones con los estribos.
Geométricamente los peinazos se insertan en el trazado conforme al resto de los elementos y por lo tanto manteniendo la ley de a calle y cuerda en las mismas condiciones iniciales.
En el caso de las arrocabas, situadas en el cuarto de limas, sus dimensiones están determinadas por el ancho de las mismas, es decir, nuevamente media calle, en nuestro caso de entre 7 y 8 cm. Las medidas obtenidas se aproximan a los datos teóricos.
En las arrocabas detectamos las mismas modificaciones que en el caso de las manguetas que confluían en el mismo punto, cortándose o añadiéndose elementos en la lima quedando alteradas de esta manera, las piezas originales.
Los peinazos de los paños inclinados responden a las mismas leyes de unión que el resto de sus homólogos situados en las armaduras analizadas hasta ahora en el Palacio Alto. Peinazos ortogonales unidos mediante enlace a romo y agudo con espiga y los inclinados mediante clavazón a los pares y manguetas correspondientes. Nuevamente, la Solución adoptada en los casos en los que los peinazos quedan unidos entre sí es mediante unión a caja y espiga.
Las arrocabas se unen a las limas mediante clavazón, así como las arrocabas entre sí.
El deterioro que presentan estos elementos, tanto arrocabas como peinazos es, en todo caso, el correspondiente a la zona de la armadura donde están situados, de esta manera vemos como la mayoría se encuentran en un buen estado de conservación. En las zonas en las que la pudrición ha sido generalizada debido a las filtraciones de agua, todos los peinazos relacionados se han perdido de la misma manera que lo hicieron parte de los pares correspondientes, al igual ha pasado con los que se encontraban en la zona sur donde se produjo el ataque de termes, perdiendo gran parte de su sección. (foto 14)
En la figura 8 quedan diferenciados los taujeles teóricos de cada uno de los elementos estructurales de la armadura.
Nuevamente, su geometría responde a los condicionantes del resto de la estructura, tablas de idénticas dimensiones de alto que los peinazos y alfardas y aproximadamente 2-2.5cm de grueso, variando la longitud conforme a la tipología de cada uno de ellos.
Todas las uniones de los taujeles con la estructura se realizan mediante clavazón.
Como en el caso de la armadura del Vestíbulo o Saleta aparece una segunda lima realizada íntegramente con taujeles. Según nuestro análisis, estos elementos no pertenecen a la armadura original, sino que fueron añadidos con posterioridad, muy posiblemente en 1561, año en el que como ya hemos visto se están realizando reparaciones en la armadura que duran hasta cuatro años, y en las que según la documentación manejada, “se labra madera” para la armadura. Figura 9
Esta afirmación está basada en la configuración decorativa del lazo, que ya hemos visto, que ha sido completamente modificada en el caso de las limas. Tales modificaciones adquieren su sentido cuando añadimos este segundo elemento decorativo que se desarrolla paralelamente al estructural. Para que una vez inserta esta segunda lima, el trazado continúe representando una figura entrelazada siguiendo las mismas leyes que el resto de las armaduras es necesario modificar el trazado de las limas tal y como vimos anteriormente.
Además esta afirmación se refuerza después de encontrar debajo de uno de estos taujeles un peinazo y una cuña que reproducen media estrella de ocho. En dicho peinazo se observa claramente la policromía utilizada para simular dicha estrella. (foto 15)
Todos los elementos presentan el deterioro lógico debido al paso del tiempo, que se manifiesta generalmente con pérdidas de sección que en ningún caso han generado problemas estéticos de importancia en la armadura.
Las zonas más deterioradas de la estructura coinciden con el paño en el que se detectan filtraciones de agua y que hace que localmente haya que sustituir fundamentalmente los taujeles que forman parte del trazado decorativo de las zonas afectadas.
En la figura 10 se muestra la composición del almizate con todos sus elementos estructurales sin indicación alguna del trazado de lazo. Indicamos cada una de las piezas con su forma básica. En lo que respecta a la estructura general debemos hacer una puntualización de interés. El trazado inicial del almizate, igual que en el resto de ejemplares, ha tenido como hipótesis de partida la modulación introducida por Mª Isabel González Ramírez en su tesis doctoral. Siguiendo las pautas introducidas en dicha investigación se realiza un levantamiento inicial de la armadura que aunque en la mayoría de los casos coincide con el resultado final, en la armadura del Antecomedor tiene una variación significativa introducida por el sistema estructural.
Si nos fijamos en la figura 11, el trazado teórico, que pasaría por tener los azafates que rodean el hexágono iguales en sus dimensiones, haría que los peinazos centrales se unieran aproximadamente a ½ del grueso del nudillo, de forma similar a lo que ocurría con los que formaban el cuadrado central de la armadura del Vestíbulo o Saleta. Sin embargo, al analizar los elementos in situ, la disposición de estos no coincide. La unión entre los peinazos que configuran el marco del cubo central de mocárabes coincide prácticamente con el nudillo, describiendo una figura más amplia, y en consecuencia reduciendo las dimensiones de los azafates centrales en relación a las del resto.
En este caso, por lo tanto la decoración a dado paso a una solución más lógica y racional a la hora de solucionar las uniones entre los distintos elementos estructurales.
En la figura 12 quedan identificados los nudillos en el almizate, con indicación de los cortes realizados para la realización del trazado decorativo.
La apertura del cubo de mocárabes central impide el desarrollo de los nudillos en el corazón del almizate, y por lo tanto su número se reduce notablemente. Desaparecen los nudillos cortos que han sido seccionados por peinazos transversales a los que perpendicularmente se conectan la quijera o cornezuelo como pieza única.
Respecto a la ley de a calle y cuerda, de la misma manera que en los paños inclinados, esta se cumple en el almizate en cuanto a la calle y al grueso de los elementos.
La unión entre los nudillos y los pares se realiza mediante enlace a garganta y quijada. Nuevamente el ángulo formado por estos dos elementos no es el indicado por Arenas sino la bisectriz que permite que los altos de las maderas de paños y almizate sean los mismos.
Los nudillos del Antecomedor no han sufrido ataques que haya de considerar o que les hayan mermado su capacidad resistente. Esto, sin embargo, no significa que no estén sufriendo ningún proceso patológico. En concreto, todos ellos sufren deformaciones verticales de distinta consideración. Los situados más próximos al faldón del camaranchón 17 con más intensidad que los otros. Esto nos indica que los elementos que han quedado ocultos tras la tablazón de este paño, impracticable a la hora de examinarlos, presentan procesos que muy probablemente hayan motivado la pérdida de los enlaces superiores. Esto unido a la configuración estructural propia del almizate, en la que todos los elementos centrales descansan en última instancia en los nudillos centrales de forma puntual, hace que el peso que tengan que soportar aplicado en un único punto sea superior al que la inercia propia del elemento lo capacita.
Debido a la imposibilidad de acceder a los elementos en cuyo estado patológico se encuentre muy posiblemente el origen de estas deformaciones se ha optado por descargar completamente el nudillo que presenta un mayor deterioro, y en consecuencia parte de las cargas de todos los elementos más próximos a esta pieza.
Muy probablemente esta deformación se ve incrementada por la escasez de elementos resistentes en esta dirección. Son muchas las cargas que soportan provenientes del resto de elementos estructurales del almizate sin verse incrementada su sección resistente. Encontramos, por lo tanto, una falta de lógica estructural, supeditada nuevamente a la configuración del trazado de lazo junto con la lógica constructiva
Hay dos grupos fundamentales de peinazos en el almizate. Por un lado, los que se sitúan perpendicularmente a los nudillos (tipos a, b, c, d y e) y por otro los peinazos oblicuos que aparecen en todas las composiciones (tipos f y g) y los tipo h que delimitan el contorno del cubo de mocárabes. Figura 13
Una particularidad que afecta a nuestra armadura y que hasta ahora no habíamos encontrado en ninguna otra es el corte encontrado en los peinazos tipo c. Para la configuración de los azafates situados en los vértices del cuadrado central, en lugar de utilizar taujeles clavados a la estructura se realiza el corte directamente en el elemento resistente, detalle poco habitual en este tipo de armaduras de lazo. Por lo tanto, según nuestra opinión, debe tratarse de uno de los ejemplares más antiguos del recinto, ya que entendemos como evolución la utilización, cada vez más profusa de los taujeles en estos ejemplares.
Se desconoce el tipo de unión utilizada entre los peinazos ortogonales y los nudillos, pero casi con toda seguridad esta se realiza conforme a lo dispuesto en los tratados es decir, enlace a romo y agudo con espiga.
Los peinazos oblicuos se unen a los elementos en los que apoyan mediante enlace a caja y espiga, de igual manera que se unen los peinazos tipo c a los nudillos centrales. Tanto las dimensiones y formas de cajas y espigas varía en función de la geometría de los elementos que deben quedar unidos. En las fotos 16 y 17 se aprecia la espiga de dichos peinazos que se introduce en la caja realizada en los nudillos cuyas dimensiones y forma no han podido ser confirmadas. Lo que sí parece claro es que las espigas de los dos elementos se encuentran en distintos planos. En lugar de realizar una única caja en toda la longitud del nudillo se ejecutan cajas independientes para cada una de las piezas donde introduzcan sus respectivas espigas.
Los peinazos del almizate son los elementos que se encuentran en mejor estado de conservación no destacando ningún tipo de proceso que los haya afectado. Únicamente han sufrido pequeños movimientos, desplazamientos y giros entre sí, debidos a la deformación sufrida por los nudillos en los que apoyan y alguna afección de pudrición por proximidad a las zonas afectadas por goteras. (foto 18)
En la figura 14 quedan diferenciados cada uno de los tipos que forman parte del almizate y su situación exacta con respecto a la estructura general.
Para la formación de los taujeles se utilizan los mismos procedimientos vistos en nudillos y peinazos, con la diferencia de que en este caso se están cortando tablillas de apenas unos centímetros de espesor.
Todos los tipos de taujeles son perfectamente identificables correspondiendo a las tipologías básicas que se repiten en la práctica totalidad de las armaduras. En este caso, igual que en las armaduras del Vestíbulo y la Antecapilla, los elementos utilizados son minoría frente a los peinazos y nudillos que protagonizan la mayor parte del trazado. Se relegan, como en los casos anteriores, a cubrir los espacios y zonas de intersección entre retículas bordes del almizate.
Las uniones se realizan mediante clavazón al elemento soporte. En numerosas ocasiones, sobre todo en los paños inclinados, se advierte que en las zonas de agrupación de taujeles, estos se refuerzan mediante la inclusión de la tablazón superficial, sin embargo, en esta armadura, y aunque como veremos este tipo de tablas están presentes, no cumplen esta misión, y como elementos estabilizadores se utilizan unas cuñas.
El almizate del Antecomedor está decorado con un cubo de mocárabes central, como ya hemos visto, de origen posterior a la armadura original, inserto en un recipiente octogonal.
La figura 15 representa el esquema geométrico de la composición junto con la indicación del tipo y posición de cada una de las adarajas.
Los vértices se formalizan mediante la unión en cabeza de dos dumbaques grullillos flanqueados por un conjunto formado por un medio cuadrado abiertos por lo más ancho y dos atacias. Sobre la espada de los medios cuadrados se coloca un octógono formado por conjuntos de dos atacias que flanquean un medio cuadrado abierto por lo más ancho. Separando cada conjunto de piezas anteriores y situado en cada uno de los vértices del octógono se coloca un dumbaque grullillo. En total 16 atacias, 8 medios cuadrados y ocho dumbaques grullillo.
El siguiente octógono de aristas menores está formado por piezas que apoyan en las anteriores por su espalda. Conças y dumbaques apoyan respectivamente sobre medios cuadrados y dumbaque grullillo. En total 8 conças y 8 dumbaques.
El octógono interior, que sirve de trazado a la estrella de ocho que remata el racimo está formado por atacias y almendrillas. En total ocho elementos por cada arista y vértice respectivamente.
En general tanto los taujeles como los mocárabes del almizate se encuentran en buen estado de conservación presentando en mayor o menor grado las mismas patologías que los elementos estructurales a los que complementan. En las zonas de pudrición estructural de los paños, todos los elementos no estructurales han tenido que ser sustituidos al presentar los mismos daños que estos.
El estado de conservación de la policromía y el dorado en esta armadura es muy similar a la del Anteoratorio, puesto que su historia material se asemeja mucho, con numerosas reparaciones-redecoraciones en las que utilizaban las mismas técnicas, filtraciones durante períodos muy largos, y condiciones climáticas que han facilitado el biodeterioro con amplias zonas atacadas por xilófagos y pudrición, por ello en términos generales nos remitimos al estado de conservación de las policromías y dorados del Anteoratorio de la Reina publicado en el nº 7 de esta misma colección.24
La técnica utilizada en las policromías ha sido el temple, encontrándonos hasta cuatro estratos en el alicer del arrocabe. Algunas de ellas en concreto las dos últimas con una calidad en los materiales y en la factura muy deficientes que han contribuido aún mas al deterioro de las capas más originales (foto 19). Según recoge la tesis de Maria Dolores Mérida, fechando estos datos hacia 1847, en los artesonados una vez reparados o saneados se recurría al temple como técnica que aseguraba una mayor durabilidad porque los pigmentos y la yema de huevo generaban una película transparente e insoluble que la protegía en mayor medida que la ornamentación al óleo, incluso recoge una relación de los pigmentos más utilizados y como estos se usaban con aceite de linaza como secante. 25
En una de las intervenciones que se exponen en el apartado de historia material en concreto en 1846,se recoge la necesidad de hacer 20 “varas” de dibujos árabes.
Suponiendo que la vara era una medida que correspondía a tres pies o 4 palmos, traducido a medidas actuales sería según Don Enrique Nuere a 83,59cm, con lo que las medidas totales serían 16,71m, es decir casi 17m, que es lo que con una diferencia de menos de 3m mide el perímetro del arrocabe. Teniendo en cuenta que las varas variaban según el lugar, las medidas pueden llegar a corresponder. No sabemos si esta intervención se llegó a producir, pero sí que los dibujos árabes a los que se refieren no son la inscripción árabe que existe en la cornisa pues ésta muestra su continuidad inclusive en las zonas ocultas de las esquinas (foto 20)y su factura tiene una calidad técnica infinitamente mejor que las intervenciones que se suelen producir en el XIX. Por otro lado una vez limpias estas piezas, las perdidas eran muy numerosas por lo que se justificaría la necesidad de redecorarlas. (foto 21)
Pensamos que la intervención más amplia se produjo entre 1854 y 1857 (ver nota 13) que correspondería al estrato más superficial, porque justo debajo de ella una vez eliminada en muchas de las piezas correspondientes a los enlatados hemos encontrado una tinta oscura cuya pretensión era seguramente la de “igualar con lo restante” tal y como refleja la intervención de 1848. También hemos encontrado esta capa oscura sobre algunas piezas ocultando dos de sus policromías, la mudéjar y otra en tonos ocres y almagra situada sobre ella y de la que quedan pocos restos. Seguramente esta última correspondería a la intervención de 1842. (foto 22)
El dorado más antiguo, es decir el realizado mediante la técnica tradicional al agua con base de yeso y bol, creemos que no apareció hasta el siglo XVI, y lo hizo en algunos elementos, como eran los escudos del arrocabe, los sinos, azafates, almendrillas, las piezas de cuatro puntas de los paños inclinados y las del almizate de seis puntas (estas últimas estaban decoradas mediante la técnica llamada dorado de lustre que consistía en decorar las piezas mediante graneado26 lo que daba reflejos luminosos en la superficie) (foto 23). Encima de este estrato dorado encontramos otros dos, el dorado al mixtión cuya base está constituida por aceite de linaza colofonia y amarillo de cromo27, (foto 24) y el dorado con oro musivo también llamado purpurina, pero sólo en zonas muy limitadas que deben coincidir con reparaciones puntuales. En la lacería no aparece ningún estrado dorado del XVI.
En definitiva el estado de conservación de policromías y dorados es muy deficiente, y el agente de deterioro más importante es como ya hemos hecho referencia en otras armaduras intervenidas en el Palacio Alto la necesidad por parte del hombre de intentar devolver erróneamente el “esplendor perdido” a alguna de sus armaduras con criterios erróneos, o el cambio del gusto estético en las distintas épocas.